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Desierto de los Niños

Así se vive El Desierto de los Niños desde dentro

Cuando se habla de ir a Marruecos y circular por el desierto, lo normal es que se piense en la típica excursión en la que se va a poner el vehículo al límite por pistas de piedras inacabables, pegando saltos sin parar, haciendo derrapadas increíbles o tirando de pala para desatascar el coche en las dunas. Pero la aventura del Desierto de los Niños, además de permitir conducir y disfrutar por los bellísimos paisajes que ofrece nuestro vecino del sur, posibilita participar en un evento con un importante componente lúdico y social, cuya finalidad es vivir una experiencia en familia para ayudar y convivir con los habitantes del sureste de Marruecos.

El Desierto de los Niños es una ruta-travesía de carácter amistoso y de ayuda social en la que, durante ocho días –aprovechando la Semana Santa–, se recorren distintas zonas de Marruecos llevando ayuda (ropa, juguetes, cuadernos, lápices…) a varias guarderías infantiles del sureste del país, construidas durante los últimos años por la asociación del Desierto de los Niños (ADN) para escolarizar a los menores de seis años. Además, este año se han regalado sillas de ruedas a un centro de discapacitados y se ha entregado un cheque de más de 20.000 euros para construir una nueva guardería infantil en la localidad de Fezzou, junto a otro cheque que garantiza el material escolar de la guardería por tres años.

Desierto de los Niños

Otro de los proyectos solidarios realizados ha venido de la mano del RACE, que ha entregado decenas de chalecos reflectantes en varias escuelas, como continuación al plan de seguridad vial #dejatever (#staybright) que comenzaron este invierno en España junto a catorce países más y junto con la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), para alertar a los menores de la necesidad de hacerse más visibles en las calles y carreteras mediante la utilización de los chalecos.

A su vez, y gracias a la Fundación Alain Afflelou, se han realizado más de 1.200 graduaciones de vista a los habitantes de distintas poblaciones, repartiendo gafas de sol a todos los que no tenían problemas visuales, y gafas graduadas a aquellos que las necesitaban.

Toda esta labor humanitaria, no sería posible sin la impagable ayuda que la firma Hyundai lleva aportando durante ya 14 ediciones al Desierto de los Niños, aportando vehículos para el transporte de los miembros de la organización y los periodistas que cubren dicho evento, así como de la aportación de una cantidad económica con la que cubrir parte de los gastos de esta aventura.

Rumbo a Marruecos

Rumbo a Marruecos

La edición de 2018 comenzó con la llegada en ferry a Tánger y los pertinentes trámites aduaneros. Tras descansar en esta ciudad del norte de Marruecos, dio comienzo la aventura propiamente dicha, con un briefing por parte de la organización y el agrupamiento de los vehículos en función de sus aptitudes más o menos camperas.

El primer objetivo era la ciudad de Meknes, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos, situada en un valle verde al pie de las montañas del Atlas Medio, y donde se podía aprovechar para hacer algo de turismo y visitar su medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El tercer día de viaje la climatología fue la protagonista, ya que a lo largo de la jornada los asistentes tuvieron sol, lluvia, nieve e, incluso, una tormenta de arena. Todo, antes de llegar a Erfoud, la puerta del desierto y punto donde empezaba la verdadera misión del Desierto de los Niños: llevar ayuda a las guarderías construidas por la ADN en el sureste de Marruecos, concretamente en las aldeas de Esifa, Tamarna y Fezzou, por pistas y caminos exigentes.

Las dos primeras visitas tuvieron lugar en las guarderías de Esifa y Tamarna, donde se dejó el material destinado a estos centros y los asistentes pudieron recibir la enorme gratitud tanto de los niños como del personal docente en lo que constituyó uno de los momentos más emocionantes del viaje.

Los habitantes de Fezzou –el siguiente hito del camino– agasajaron a los participantes, haciendo gala de su hospitalidad con unas haimas especialmente preparadas para la comitiva de El Desierto de los Niños, una comida bereber y el típico té.

Durante la tarde y antes del ocaso, hubo juegos, cantos típicos, graduación de la vista a los habitantes por parte de los voluntarios de la fundación Alain Afflelou y visita a la antigua Kasbah, para acudir, entrada la noche, a la inmensa haima que daría cobijo a toda la comitiva esa noche en mitad del desierto.

Fundación Alain Afflelou

Al día siguiente se realizó la entrega del material en la guardería, con lo que queda garantizado su funcionamiento durante, al menos, tres años más y, tras otra despedida con las emociones a flor de piel, la caravana puso rumbo a Merzouga para disfrutar de sus famosas dunas.

La siguiente etapa de Merzouga a Erfoud supuso un importante reto para vehículos y pilotos, ya que la mayor parte del trayecto transcurrió por un complicado río de arena. Sin embargo, el esfuerzo tenía recompensa, puesto que la jornada siguiente quedaba reservada para hacer turismo y visitar algunos lugares peculiares del entorno de Erfoud, como la Escalera Celeste, la Ciudad de Orión y la Espiral Áurea; una serie de construcciones diseñadas por el alemán Hannsjorg Voth en 1940 que se sitúan en la llanura de Martha, en la provincia de Er-Rachidia.

El camino de vuelta conllevaba una maratoniana jornada de carretera hasta Melilla, donde la caravana embarcaría rumbo a Málaga. De este modo finalizaba una nueva edición del Desierto de los Niños, con un importante bagaje de sensaciones acumuladas. Por un lado, el aspecto humanitario, en el que todo el que pudo vivir la experiencia se vio recompensado con un enorme cargamento de sonrisas sinceras y agradecidas. Por otro, la convivencia de los más jóvenes con muchachos de su edad que no tienen las mismas oportunidades ni medios que ellos y que aun así son felices. Y, finalmente, el disfrute de un paisaje extraordinario cambiante en cada metro.

Fotos del trayecto de El Desierto de los Niños

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