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Cómo afecta el estrés a la conducción

Es uno de los grandes males de nuestro tiempo y muchos conductores se ponen al volante con este síndrome. Altera las capacidades necesarias para la conducción segura y aumenta el riesgo de sufrir un accidente. ¿Sabes cómo afecta el estrés a la conducción?

 

El estrés es un proceso psicológico normal que nuestro organismo desarrolla ante una fuerte exigencia. Cuando no somos capaces de ofrecer una respuesta rápida y eficaz, nuestro organismo pone en marcha un mecanismo de emergencia general para responder a la situación. Un poco de estrés es bueno y necesario para salir con éxito de la situación que sea. Pero el problema reside en cuando la respuesta de alarma es demasiado intensa y se prolonga en el tiempo. ¿Cómo afecta el estrés a la conducción?

Diferentes estudios, comenta la DGT, han demostrado que muchos conductores que habían sufrido un accidente habían pasado en los meses anteriores o estaban pasando un momento especialmente estresante. Además, la cantidad de estrés era directamente proporcional a la gravedad de los accidentes. La probabilidad de sufrir un siniestro es mayor cuanto mayor sea el estrés.

El origen del estrés del conductor puede estar en circunstancias vitales ajenas a la conducción o bien por la conducción en sí misma. Porque el tráfico es fuente de estrés. Las situaciones del tráfico implican cierto riesgo para la vida y la integridad de las personas. Algo que puede generar tensión agresividad o ansiedad.

También la prisa. La presión del tiempo afecta a que conduzcamos más rápidamente cometiendo más errores y también a experimentar frustración por las congestiones de tráfico al no llegar a tiempo. Esta situación genera mucho estrés en los conductores. Hay situaciones puntuales con una elevada densidad de tráfico, como la salida de un colegio, presenciar un accidente, puede producirse el estrés perceptivo, que te impedirá captar todos los estímulos necesarios para una conducción segura.

¿Cómo afecta el estrés a la conducción?

Según la DGT, las fases del proceso de estrés son tres: reacción de alarma, fase de resistencia, y fase de agotamiento. Y cada una va a afectar a la conducción de una manera.

En la primera, el organismo moviliza mucha energía, el cuerpo se prepara aumentando los niveles de adrenalina en sangre e incrementando la tasa cardíaca. La mente se prepara para procesar mejor la información más relevante. Se altera la percepción, la atención y la toma de decisiones. Reaccionar con impaciencia e impulsividad, ser más competitivo o agresivo, también más imprudente e incluso temerario son actitudes que se dan.

Cuando la situación de estrés se prolonga, entramos en la fase de resistencia. Llega un momento en que el organismo debe compaginar la exigencia de hacer frente al elemento estresor con todas las demás funciones normales del organismo. Es también especialmente peligrosa porque pueden aparecer los mismos comportamientos arriesgados, agresividad, impaciencia, impulsividad y toma de decisiones errónea

Cuando la situación se prolonga en el tiempo, se siente un profundo agotamiento. Se producen alteraciones en el sistema circulatorio, digestivo, dolores musculares, dificultades para conciliar el sueño. También irritabilidad, agresividad, dificultades para concentrarse. En esta fase las decisiones serán más lentas y cometeremos más errores. Será difícil mantener la atención en el tráfico, aparecerá la fatiga, un riesgo extra para la conducción.

¿Qué podemos hacer? Si es imprescindible conducir, la DGT recomienda hacerlo con precaución y evitando las circunstancias más estresantes. Una higiene del sueño adecuada, evitar el consumo de alcohol y drogas, escuchar música que nos tranquilice, un estilo de vida saludable son algunas recomendaciones

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