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Sharing is caring: compartir coche para vivir mejor

Tradicionalmente, España es un país que compra. No en vano es uno de los territorios de Europa Occidental con mayor cultura de la propiedad, compartida con países como Italia o Portugal, donde lo habitual es adquirir una vivienda o un coche –o varios– a lo largo de la vida. O, mejor dicho, era lo habitual.

Hasta hoy, en nuestro país tres de cada cuatro viviendas (un 76,1% del total) eran de propiedad, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2018, y la adquisición de un vehículo se erigía como otra de las aspiraciones nacionales, casi un hábito, más típicas.

Pero en los últimos años asistimos a un cambio de paradigma. Según la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), los jóvenes están mucho menos dispuestos a gastar para comprar un coche propio, pasando del 11,25% en 2006 al 6,94% en 2018.

De hecho, las matriculaciones han caído un 35% en los últimos tres años –en 2021 se vendieron 952.494 coches nuevos, un 12,93%, menos que el año anterior– y el 44% de vehículos en España, 16,2 millones, tiene más de 15 años de antigüedad según un estudio de Fundación Línea Directa en colaboración con Centro Zaragoza.

Así, el parque español es uno de los más antiguos de los países del entorno con una media de edad de 13,5 años según datos del año pasado, y el futuro parece seguir la tendencia: el parque automovilístico es un 38% más antiguo que hace una década.

El carnet de conducir ya no es un must

Son los más jóvenes quienes principalmente están perdiendo el interés por la conducción. Según un informe elaborado por la plataforma de movilidad compartida Uber, el 58% de la generación Z (a partir de 1995) tiene el carnet, frente al 81% de los baby boomers (entre 1946 y 1964), que son el grupo con el porcentaje más alto de licencias, por delante de Generación X (78%), y los millenials (74%).

El descenso de la natalidad y el elevado precio de obtener el carnet, así como de comprar y mantener un coche, unido a una mayor preocupación medioambiental, influyen en esta disminución de la expedición de licencias: según datos de la DGT, descendieron hasta los 358.282 en el año 2017 (en 2018 fueron 873.587 permisos nuevos).

Además, seis de cada diez de aquellos que no tienen el carnet de conducir no quieren sacárselo porque disponen de otras alternativas para desplazarse por su ciudad como el transporte público, VTC u otras opciones de micromovilidad, como son las bicicletas y los patinetes eléctricos.

Cada vez más alternativas a la compra

En el caso de los que sí tienen vehículo privado, los principales motivos por los que lo usan menos son la pérdida de tiempo que implica buscar aparcamiento (60%), el desembolso económico que supone el estacionamiento (58%) o las restricciones al vehículo privado en ciertas áreas urbanas (31%).

Para algunos de los inconvenientes en materia económica, el renting o el leasing comparten remedio: el alquiler a largo plazo. Usadas sobre todo por empresas, la primera –que obliga devolver el coche en todos los casos– se consolida como un complemento al coche privado con un parque de 824.050 vehículos en 2022, mientras que la segunda deja abierta la compra del vehículo pasado determinado tiempo.

El modelo de suscripción, por su parte, está más enfocado a los conductores particulares y consiste en alquilar un vehículo por períodos más cortos, sin permanencia y con la posibilidad de cambiarlo al final de cada mes, para adaptarse a las necesidades de los usuarios en distintos momentos del año.

Otra fórmula al alza en vehículos de movilidad personal es el sharing, un modelo que permite acceder a coches o motos – aunque también bicis y patinetes– por periodos cortos de tiempos, de horas o minutos, a través de una app dentro del área operativa de la empresa en cada ciudad.

Democratización y sostenibilidad, pilares de la movilidad del futuro

Además de tiempo y dinero, circular por la ciudad con un coche alquilado u otras formas de movilidad tiene impacto en nuestro bienestar: ayuda a reducir la contaminación acústica y las emisiones de CO₂ depositadas en el aire que respiramos, y también minimiza el estrés y ansiedad que experimentamos al perder el tiempo en aparcar o parados en un atasco.

Al mismo tiempo, las nuevas formas de moverse aportan al usuario una flexibilidad nunca antes vista y le permiten experimentar las bondades de la tecnología más innovadora, buena para ellos y para el planeta. 

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