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Muchos de los grandes descubrimientos en el automóvil nacieron prácticamente por casualidad. Uno de los más importantes, por su trascendencia, es sin duda el neumático tal y como lo conocemos, que nació como evolución de las ruedas de un triciclo infantil.
En 1888, el irlandés John B. Dunlop se encontraba observando, en las inmediaciones de su casa, a su hijo pequeño conduciendo su triciclo sobre un pavimento en muy mal estado. El triciclo estaba equipado con ruedas fabricadas en goma dura, que impedían al pequeño circular a una velocidad adecuada, y que, a su vez, hacían que montar en él no fuese agradable.
Para mejorar la comodidad, Dunlop decidió pegar a las ruedas una capa fina de goma que posteriormente infló con una bomba similar a la que se usa para hinchar balones de fútbol. La función de válvula, por su parte, la cumplía la parte superior de uno de los biberones en desuso de su hijo.
En vista del éxito de su invento, Dunlop patentó, el 31 de octubre de 1888, su invento, y sólo un año después fundó, junto con un grupo de empresarios de Dublín, la Dunlop Pneumatic Tyre Company. Desde entonces, la evolución de la empresa fue imparable, y en apenas un año empezó a comercializar sus primeros neumáticos para bicicleta en Australia y, poco después, en EE.UU.
Ya en 1900, el nuevo conglomerado dublinés, consciente de las necesidades de la incipiente industria del automóvil, decidió dar un primer paso y comenzar a fabricar neumáticos para coche. Esos nuevos neumáticos fueron desplazando rápidamente a los utilizados hasta entonces, comenzando así, la historia del neumático moderno.
